Educado por su tío José Manuel, a los quince años se
alistó en el ejército patriota como alférez de ingenieros y participó en
la campaña de Miranda (1812) contra los realistas, durante la cual
ascendió a teniente. Tras el fracaso de este primer intento emancipador,
se refugió en la isla de Trinidad, donde entabló contacto con Mariño, a
quien siguió en 1813 en la expedición de reconquista de Venezuela, en
la que tomó Cumaná e intervino en la organización del ejército de
Oriente.
Su arrojo y sus dotes para la guerra
determinaron su ascenso a teniente coronel, y como tal tomó parte en la
ofensiva sobre Caracas. Sin embargo, vencido su ejército en Aragua y
Urica, debió huir para no ser apresado por los realistas. Integrado de
nuevo en la lucha, en la segunda mitad de 1815 participó activamente en
la defensa de Cartagena de Indias, desde donde pasó a combatir en la
Guayana y el bajo Orinoco.
Con el grado de general de brigada, marchó en 1818 a Angostura, donde Simón Bolívar
había instalado su cuartel general y organizaba la República. Allí se
convirtió en uno de sus mejores lugartenientes y se ganó la amistad y el
respeto del Libertador, quien destacó siempre sus dotes militares y su
elevado sentido de la moralidad.
Enviado a las
Antillas con la misión de obtener armas para el ejército, ingresó a su
regreso en el estado mayor de Mariño, quien combatía en el Oriente
venezolano; más tarde pasó al estado mayor de Bolívar y fue designado
integrante de la comisión que firmó el armisticio y la regulación de la
guerra de Santa Ana de Trujillo (1820) con el general realista Pablo
Morillo, por el que se pretendía evitar al máximo los efectos de la
guerra sobre la población civil.
Al año
siguiente,
marchó al frente de un ejército en apoyo de la sublevación de Guayaquil,
puerto al cual también arribaron tropas del general San Martín. Comenzó
entonces la campaña de liberación de Ecuador, que tuvo su culminación
en Pichincha, batalla librada en 1822.
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